jueves, 14 de octubre de 2010

Marguerite Yourcenar

(8 de junio de 1903 – 17 de diciembre de 1987). Marguerite de Crayencour, poetisa, novelista, autora de teatro y traductora nacida en Bruselas, Bélgica, autora de Memorias de Adriano, Opus Nigrum, Como el agua que fluye, El tiempo, gran escultor, entre otras obras.

Biografia

Extraido de El tiro de gracia
"Era demasiado joven para sospechar que la existencia no está hecha de súbitos impulsos y de obstinada constancia, sino de compromisos y de olvidos".

"La amistad es, ante todo certidumbre, y eso es lo que la diferencia del amor".

Extraido de Una vuelta por mi cárcel
"No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo".

sábado, 9 de octubre de 2010

Poema que escribió Adriano en su lecho de muerte

Animula, vagula, blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos...
P. Aelius Hadrianus Imp.



Pequeña alma, blanda, errante
Huésped y amiga del cuerpo
¿Dónde morarás ahora
Pálida, rígida, desnuda
Incapaz de jugar como antes...?

viernes, 8 de octubre de 2010

Muro de Adriano
Localización
Entre las construcciones defensivas que Adriano construyó en las fronteras romanas encontramos el llamado Muro de Adriano en Milles Castle, en Britania. Contaba con 117 kilómetros y su objetivo era defender las fronteras de las incursiones de los caledonios. La construcción comenzó en el año 122 d.C., finalizando cinco años después. A lo largo de todo su recorrido se construyeron numerosos fuertes y puestos de guardia, mientras que en la cara norte se abrió una zanja. Estas construcciones marcarían el final de los límites máximos de expansión del Imperio Romano, retrocediendo en los años siguientes a los límites que estableció Augusto.
Puerta de Adriano en Antalya, Turquía


"No soy de los que afirman que sus acciones no se les parecen. Muy al contrario, pues ellas son mi única medida..."

"Pero entre yo y los actos que me constituyen existe un hiato indefinible. La prueba está en que sin cesar siento la necesidad de pensarlos, explicarlos, justificarlos ante mí mismo."

"De pronto (mi vida) me parece única, y por eso mismo sin valor, inútil -por irreductible a la experiencia del común de los hombres."

"Nada me explica: mis vicios y mis virtudes no bastan..."

"Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes"
"En cuanto a la observación de mí mismo, me obligo a ella aunque sólo sea para llegar a un acuerdo con ese individuo con quien me veré forzado a vivir hasta el fin, pero una familiaridad de casi sesenta años guarda todavía muchas posibilidades de error. En lo más profundo, mi autoconocimiento es oscuro, interior, informulado, secreto como una complicidad. En lo más impersonal, es tan glacial como las teorías que puedo elaborar sobre los números: empleo mi inteligencia para ver de lejos y desde lo alto mi propia vida, que se convierte así en la vida de otro. Pero estos dos medios de conocimiento son difíciles; el uno exige un descenso, y el otro una salida de uno mismo"
El hombre que no duerme -y demasiadas ocasiones tengo de comprobarlo en mí desde hace meses- se rehúsa con mayor o menor conciencia  a confiar en el flujo de las cosas.
"Me desagrada que una criatura se crea capaz de calcular y prever mi deseo, adaptándose mecánicamente a lo que presume ser mi elección. Este reflejo imbécil y deformado de mi mismo, que me ofrece en esos momentos un cerebro humano, me induciría a preferir los tristes efectos del ascetismo."

miércoles, 16 de junio de 2010

La falta de sueño

En esta época de esfuerzo intensivo, cuando acabar la jornada no significa dejar de trabajar, la falta de sueño nos acompaña. Postergamos la entrada en ese océano extraño y creemos ser dueños de todas nuestras facultades que tan bien manejamos en nuestro día a día.
Pero en algún momento, el sueño se va introduciendo en nosotros: dormir o no deja de ser una opción. ¡Qué indefensos nos sentimos entonces! No vale la fuerza, no vale el músculo, no vale la más poderosa voluntad, ni ser muy hombre o muy mujer. El mundo de las sombras nos invade por momentos, nuestro cuerpo vota por el abandono y sólo algo de la mente se mantiene en una lucha que está perdida de antemano.

Ha llegado el momento de dejar de ser y no hay nada que hacer. El dulce cabeceo se impone, la caída de los párpados se nos antoja el paraíso, el equilibrio abandona nuestra voluntad. Y el momento sublime de la inconsciencia acaba con todos nuestros quebraderos de cabeza, aunque sólo sea durante unos instantes...

domingo, 13 de junio de 2010

El sueño

"Pero lo que aquí me interesa es el misterio específico del sueño por el sueño mismo, la inevitable sumersión que noche a noche cumple osadamente el hombre desnudo, solo y desarmado, en un océano donde todo cambia, los colores y las densidades, hasta el ritmo del aliento, y donde nos encontramos con los muertos. Lo que nos tranquiliza en el sueño es que volvemos a salir de él, y que salimos inmutables, pues una interdicción extraña nos impide traer con nosotros el residuo exacto de nuestros ensueños. También nos tranquiliza el que nos cure de la fatiga, pero esa cura temporaria se cumple por el más radical de los procedimientos, el de dejar de ser. Allí, como en otras cosas, el placer y el arte consisten en abandonarse conscientemente a esa bienechora inconsciencia, en aceptar ser, sutilmente, más débil, más pesado, más liviano y más confuso que uno mismo"

Ayer, un buen amigo me volvió a comentar que las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, en la traducción de Julio Cortázar, era una de sus lecturas 10.

Yo había comprado y hojeado esta novela, pero la guardé cuando no había llegado más allá de la página 3 ó 4.
Pero hoy la he recuperado del estante y he empezado a leerla. Iré transcribiendo aquellos párrafos que me gustan y añadiendo algún comentario (que la obra original no necesita, pues ya se expresa exquisitamente ella sola).

" En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aun para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu."

Busto de Antinoo, en la Villa Adriana, en Tívoli